Adaptarse o desaparecer

Por Alejandro Gómez, vicepresidente de Asuntos Corporativos y Digital de Porvenir.

El mundo entero se ve hoy enfrentado a una coyuntura social y económica sin precedentes –desde la Segunda Guerra Mundial- derivada de la pandemia desencadenada por la covid-19. Este escenario, aunque ha puesto a prueba el orden económico global, también ha llevado a las organizaciones a emprender un proceso de transformación gradual para proteger la vida y a su vez mantener a flote su operación. Y en este contexto el teletrabajo ha cobrado protagonismo como un aliado para la continuidad del negocio y para potenciar la productividad.

Colombia, al igual que sus vecinos de la región, no escapa de esta dinámica en curso, pues –como lo estiman recientes cifras del Ministerio del Trabajo- entre 5 y 6 millones de trabajadores de diferentes sectores de la economía ejercen sus labores desde el hogar. En este punto de la pandemia, tras múltiples ensayos y fallas, las compañías han logrado superar paulatinamente los retos del distanciamiento y, de paso, de la productividad laboral.

Para lograr que el teletrabajo sea un verdadero soporte de la productividad laboral y de los múltiples procesos cotidianos de las organizaciones, las áreas de talento humano han cobrado durante esta coyuntura más importancia que nunca pues deben liderar estrategias para garantizar la salud organizacional y el bienestar de los trabajadores.

Y una buena salud organizacional debe entenderse como el reto de afrontar cambios abruptos en las dinámicas de trabajo cotidianas, impactos emocionales derivados del confinamiento y, también, como la oportunidad de afianzar los pilares que conforman la cultura de cada compañía.

En medio de estas circunstancias, además de una buena salud organizacional, no puede perderse de vista el peso que tiene una adecuada estrategia de transformación digital desarrollada desde lo profundo de la cultura de la organización. Sin duda, esta será una ventaja competitiva que, dicho sea de paso, dará vía a una transición más natural a una nueva normalidad en la que las dinámicas de productividad sean cada vez más ágiles.

La capacidad de adaptación representa hoy la mayor habilidad de una organización. Sin una verdadera apertura al cambio, se corre el riesgo de desaparecer. Un buen ejemplo de cómo hacer bien las cosas es el sector financiero -que representa un servicio esencial en las circunstancias actuales-, el cual demostró que está en capacidad de administrar equipos en teletrabajo que ya superan el 90% de la plantilla de las compañías. Estos buenos resultados, que ya se reflejan en una mayor productividad, no serían posibles sin herramientas que permitan a los colaboradores lograr un mejor balance entre su vida familiar y laboral.

Que las organizaciones cuenten con una ‘buena salud’ bajo estas circunstancias permitirá que se generen ‘anticuerpos’ para afrontar con suficiencia los cambios, e incluso, aquellos que se creyeron impensables. Ahora bien, cuando las aguas estén en calma, estará claro que la confianza se habrá fortalecido y que la compañías harán del cambio una de sus mayores virtudes.